La mayoría de emprendedores nunca se han preguntado cómo se van a graduar de su negocio, si será vendiendo la empresa, o delegando en un gerente. La mayoría no sabe de financiación y tiene mitos o malos ejemplo que le impide tomar decisiones para crecer. Eso sin contar, todas las decisiones y acciones que se deben tener en cuenta para disfrutar el proceso, sin dejar de mejorar cada capacidad del negocio.
Esto sucede porqué las empresas y sus líderes, están ante un mundo cada vez más complejo y volátil.
Muchas personas creen que la verdad es relativa pero no profundizan en los datos y hechos a nuestro al rededor. La política y la economía está en un cambio de orden. Las nuevas tecnologías están en un periodo de maduración que alterará todo en nuestro día a día (mucho más de lo que imaginas, y será para bien y para mal). Si a eso le sumamos los traumas (personales y sociales), nos podremos encontrar con un mundo lleno de volatilidad, estrés, ansiedad y sobre información.
Si analizamos América Latina, podemos encontrar múltiples países hispanos, desconectados el uno del otro. Una que otra democracia fallida, y retos que otras regiones cubrieron hace mucho tiempo.
¿Porqué esto importa?
Para nosotros, la verdadera sabiduría empresarial no se encuentra en los grandes planes o en trabajar 24/7.
Nuestro juego es el balance en el día a día, para poder, pensar, decidir, y ejecutar de forma reflexiva y adaptativa, escuchando las necesidades y realidades de este mundo. Esto implica una perspectiva ética que ve a los negocios como un vehículo para cambiar el mundo. (Y a nosotros mismos)
Hacer negocios requiere un empirismo, científico y digital, en el que se aprende continuamente de las interacciones con el entorno, para ajustar tácticas, tecnologías y modelos de negocio. Las teorías y metodologías son sólo eso. Sirven como gafas para interpretar la realidad, para tomar decisiones que le apuesten a grandes resultados, y a su vez, que reduzca el riesgo de fracasar. La tecnología, y los procesos, nos permite ejecutar esas decisiones con mayor facilidad y rapidez. Pero es la experiencia lo que permite soñar, y creer, que con paciencia y trabajo, iremos de lo poco a lo mucho. Confiando en el proceso, dando lo mejor en cada momento.
Las empresas más felices obedecen a que sus ejecutivos, emprendedores, y líderes sean felices. Pero para eso, debemos re-evaluar lo que sabemos y lo que creemos. Debemos asumir una actitud antifragil, que prospera en la incertidumbre y se adapta para beneficiarse de ella. Pero para eso, necesitamos las habilidades y conocimientos que permitan sobrevivir a los desafíos, emergiendo fortalecidos.
Al final, el propósito de trabajar, crear, y liderar, debe ser profundo y partir desde el amor. Si no, caeremos en la ansiedad corporativa de trabajar por y para el dinero. Y de todas las ansiedades, esta es la más peligrosa porqué te aleja de la razón fundamental por la que trabajas: Tiempo para todo lo que amas.